Soy árbol. Un ciprés calvo. Mis antepasados son de México, yo crecí en el Retiro de Madrid.
Llevo una vida entera aquí plantado. Y he visto tanto.
Amo la paz porque conocí la guerra. El 23 de marzo de 1808, las tropas napoleónicas entraron en Madrid, tomaron este Parterre y arrasaron con todo.
Quedé solo yo, convertido en horcadura de artillería, boca de fuego y carne de cañón.
Por fortuna, también aquello pasó.
En estos más de doscientos años, mis ramas colgantes han bailado el chotis, el mambo y hasta el “Ingobernable” de C. Tangana.
He sido guardián del amor, los bailes de máscara y las tardes de sarao, cañas y bandas.
Me desnudo en otoño. Visto mi follaje con la memoria de un parque que conoció la moda del corsé y los trajes de época; los sombreros de ala, de copa y capucha suelta; zapato de tacón, castellanos y sandalia con calcetín.
Mire usted, ¿por qué no?
Cada palmo de mis veinticinco metros de altura conserva el espíritu de un tiempo. Soy el Madrid ilustrado. El Madrid prohibido. El Madrid republicano, franquista y en Transición; he vivido la movida y los paros, la burbuja inmobiliaria y el humo de esta ciudad que corre para no ocuparse de lo esencial.
Soy árbol. Desde 1991, una valla de hierro con puntas de flecha rodea mi ser. El título de singular llegó un año después, el mismo en que Monserrat Caballé y Freddie Mercury cantaban en las Olimpiadas de Barcelona:
Tal vez estás aquí
I want all the world to see
Un instinto me guiaba
A miracle sensation
My guide and inspiration
Now my dream is
Slowly coming true.
Madrid me quiere. Y yo quiero a Madrid.
No tengo voz, pero mi ser entero tiembla al comprobar que la misma reja que se alzó para protegerme está a punto de atravesar mi tronco imponente.
